Cierro los ojos y no recuerdo tu voz. He perdido tu
tono, tu gravedad, tu timbre. Me los dejé en alguna orilla del camino. En
cambio conservo en alguna parte de mi cerebro, a flor de piel, ese aroma fuerte
y penetrante, el tuyo. Paradójicamente cuando más claro te veo es cuando cierro
los ojos, cuando más te siento es cuando menos te pienso y cuando más te añoro
es cuando más contenta estoy.
Extraño equilibrio éste que mantengo en la lidia con tu
ausencia. Once años contigo y treinta sin ti. Y pesan, me pesan muchos más los
primeros, lo suficiente como para alimentarme de esta añoranza que cabalga por
mis arterias sin permiso, desbocada y a veces rugiendo con violencia. Lo suficiente como
para empujarme a seguir caminando, por iniciativa propia a ratos y otros por
inercia. Hace tanto que no te veo y
tanto que te fuiste y sin embargo te siento tan cerca que aún a sabiendas de que son juegos engañosos de mi mente y deseos, me sirvo de ellos para consolarme.
Uno aprende por el camino, caminando. El tiempo me ha
enseñado que la muerte, enjuta y oscura, también otorga un presente, la
posibilidad de convertir, quizás a una persona corriente , en un ser excepcional, el regalo de
la mitificación. Si, la muerte me castigó con tu ausencia y me obsequió al mismo tiempo y a
través de los años, con el poder de poder reconstruirte como yo quería y necesitaba que fueras. Hoy sé que no te recuerdo tal y como eras, es una
mezcla de cómo fuiste y como yo anhelo que hubieras sido. Ay ese regalo de la
dama de la guadaña que nunca quieres recibir, pero que una vez que has abierto
es a lo único que puedes aferrarte para sonreír en momentos de desconsuelo.!!!!
Suena el Bolero de Ravel, suena una trompeta, suena un
pasodoble o unas notas de jazz…. Y suenas, suenas por todos los rincones de mi
vida. Y algunas veces, cuando la soledad se hace quebradiza y quiere romperme
el alma, te abrazo. Me pongo esa camisa tuya que conservo entre mi ropa y te
abrazo simbólicamente, vistiendo aquello que vestiste tu un día.
Que treinta años no son nada!
Que la muerte es mentira! Que el tiempo no pasa que pasamos nosotros! Que estás
en la habitación de al lado.
Y que aunque casi nunca me
basta, me nutro de pensarte.
Que me han dicho que dicen
por ahí que uno no se muere del todo mientras otro lo recuerde.
Me has emocionado Belem...nada para comprendrerte como vivido y vivir tus mismas experiencias!!!!
ResponderEliminarPRECIOSO.
Qué sabiduría la del tiempo, que con su paso borra todo lo malo y hace que solamente permanezcan los buenos recuerdos
ResponderEliminar