martes, 16 de octubre de 2012

Extraño equilibrio


Cierro los ojos y no recuerdo tu voz. He perdido tu tono, tu gravedad, tu timbre. Me los dejé en alguna orilla del camino. En cambio conservo en alguna parte de mi cerebro, a flor de piel, ese aroma fuerte y penetrante, el tuyo. Paradójicamente cuando más claro te veo es cuando cierro los ojos, cuando más te siento es cuando menos te pienso y cuando más te añoro es cuando más contenta estoy.
Extraño equilibrio éste que mantengo en la lidia con tu ausencia. Once años contigo y treinta sin ti. Y pesan, me pesan muchos más los primeros, lo suficiente como para alimentarme de esta añoranza que cabalga por mis arterias sin permiso, desbocada y a veces rugiendo con violencia. Lo suficiente como para empujarme a seguir caminando, por iniciativa propia a ratos y otros por inercia.  Hace tanto que no te veo y tanto que te fuiste y sin embargo te siento tan cerca que aún a  sabiendas de que son juegos engañosos de mi mente y deseos, me sirvo de ellos para consolarme.
Uno aprende por el camino, caminando. El tiempo me ha enseñado que la muerte, enjuta y oscura, también otorga un presente, la posibilidad de convertir, quizás a una persona corriente , en un ser excepcional, el regalo de la mitificación. Si, la muerte me castigó con tu ausencia y me obsequió al mismo tiempo y a través de los años, con el poder de poder reconstruirte como yo quería y necesitaba que fueras. Hoy sé que no te recuerdo tal y como eras, es una mezcla de cómo fuiste y como yo anhelo que hubieras sido. Ay ese regalo de la dama de la guadaña que nunca quieres recibir, pero que una vez que has abierto es a lo único que puedes aferrarte para sonreír en momentos de desconsuelo.!!!!
Suena el Bolero de Ravel, suena una trompeta, suena un pasodoble o unas notas de jazz…. Y suenas, suenas por todos los rincones de mi vida. Y algunas veces, cuando la soledad se hace quebradiza y quiere romperme el alma, te abrazo. Me pongo esa camisa tuya que conservo entre mi ropa y te abrazo simbólicamente, vistiendo aquello que vestiste tu un día.
Que treinta años no son nada! Que la muerte es mentira! Que el tiempo no pasa que pasamos nosotros! Que estás en la habitación de al lado.
Y que aunque casi nunca me basta, me nutro de pensarte.
Que me han dicho que dicen por ahí que uno no se muere del todo mientras otro lo recuerde.

domingo, 9 de septiembre de 2012

DOLORES


Hay mujeres que corren con lobos. Mujeres que viven con cíclopes incapaces de ver lo que tienen a su lado ni aunque tuvieran un millón de ojos. Hay mujeres cuyo nombre las estigmatiza desde la cuna, como una cruel broma del destino. Mujeres que luchan cada día por cambiar, sino el rumbo , al menos si las consecuencias del camino que les ha tocado ¿en suerte?
Conozco a muchas mujeres fuertes. Docenas de mujeres cuyo valor no puede si quiera equipararse remotamente al de un ejército de mil hombres de esos que se dicen bravos. Pero hay una en especial que entró en mi vida para quedarse. Una mujer que amamantó a sus hijos con leche, para llorar después por la temprana partida de uno de ellos con lágrimas de sangre. Una mujer que me ha enseñado que las cosas que no pueden cambiarse si pueden al menos, mirarse de frente con templanza y sin rencor. Y a veces hasta invitar a la adversidad a tomar café, al enemigo se le desarma con amabilidad y una sonrisa.
Yo conozco a una mujer que mantiene la ilusión porque está llena de ella . Una mujer que cuando  todo se vuelve oscuro cierra los ojos y sonríe porque ve a aquéllos que nos han dicho que ya no se pueden volver ver.
Una mujer que sigue caminando erguida y regala todo lo que tiene porque sabe que todo es perecedero.
Esa mujer hoy está de aniversario y estará rodeada de los que la quieren. Algunos que también la aman no se harán visibles, pero inundarán la habitación de energía para hacerse notar y ella sabrá que han acudido a la cita.
Yo también quiero estar allí en estas letras de alguna manera, también quiero celebrar la vida de Dolores, porque Dolores le demuestra a la vida cada día que se puede seguir adelante haciendo felices a los demás, aunque uno ya no lo sea completamente.
Felicidades Dolores, felicidades por estar y gracias por dejarme ser una pequeña pieza del puzle de tu existencia.
Te quiero amiga mía

10 Septiembre 2012


viernes, 4 de mayo de 2012

El Lobo


Ahora que parece que hace de todo mucho tiempo, puedo contar como los acontecimientos fueron colocando en su sitio lo que a priori, me resultó incomprensible.
Recuerdo perfectamente la primera vez que acercó su hocico caliente y húmedo a mí para husmearme y reconocerme quizás. Pero no soy capaz de ubicarlo en el tiempo, eso si, yo era muy pequeña.
El era un lobo un poco más grande que yo, de pelaje brillante y abundante, cuello y patas anchas y unas orejas soberbias que coronaban su no menos magnífica testa. Nos hicimos amigos y yo le seguía a todas partes, nos subíamos por riscos que nadie más osaba escalar, corríamos libres, comíamos y bebíamos sólo cuando teníamos hambre o sed y nos apoyábamos el uno en el otro para dormir. Otros lobos de otras manadas o de la nuestra, lo miraban de reojo, no siempre con aceptación pero todas las veces con respeto y por extensión, a mí, que era algo así como su protegida.
Mi amigo me enseñó muchas cosas, cosas que me serían útiles el resto de mi vida, solía decía:
-      Si tienes miedo, ponte erguida, levanta la cabeza, mira fijamente al frente, ríe como una hiena y pisa fuerte, que nunca huelan tu temor.
-   Cuando estés triste no dejes que el enemigo se aproveche de tu debilidad, aún con ojos vidriosos esboza la mejor de tus sonrisas y no cuentes tus sentimientos a menos que sepas que el receptor está de tu parte.
-      Corre más que los demás y más rápido.
-   Antes de atacar asegúrate de que puedes ganar, si no puedes no lo intentes y si puedes déjalo correr,  no será una lucha limpia si el otro no está a la altura.
-      Si juegas con fuego asume que puedes quemarte y si lo haces no te lamentes y cura sola tus heridas.
Y así un sinfín de indicaciones me fue dando durante muchos años y que ahora que lo pienso, no sé si me hicieron mejor o más fuerte, pero  usé muchos de sus consejos a lo largo de la vida y no me fue tan mal.


El lobo era tierno como podía ser huraño, todo a ratos, nunca fue muy cariñoso y me lamía en contadas ocasiones. Yo lo miraba y veía algo en su interior que no podía explicar, un brillo extraño en la mirada, un hilo de baba en la comisura de los labios, un relamerse las patas algunas veces, a mis espaldas, cuando creía que yo no lo veía. Mi lobo tenía el alma oscura, era siniestro y sabia que podía verle su yo más profundo. No se cansaba de repetirme que no era bueno para mí, que no me convenía y que lo mejor sería que me buscara otro compañero, pero no se iba ni hacía nada por apartarme de su lado.
Pasaron los años  fuimos creciendo los dos, seguimos mucho tiempo caminos paralelos, nos cruzábamos nos mezclábamos, intimábamos y luego nos separábamos para conocer a otros, pero siempre acabábamos volviendo a retozar en el bosque solos, juntos. Nos entendíamos sin hablar, jugábamos a revolcarnos en la arena, yo le mordía el cuello con cuidado de no hacerle daño y el me empujaba con las patas, temeroso de caer sobre mi con todo su peso y romperme algo.
Hasta que un día en el que, sin saber cómo, los juegos pasaron a ser un poco más violentos, yo le mordía despacito pero él apretaba sus dientes mordiéndome la carne, sin llegar a herirme pero causándome marcas en la piel.
Y en un momento dado, como si tomara conciencia de la situación peligrosa en la que nos hallábamos inmersos, paró en seco. Se apartó de mí y fijo su mirada.
El temor invadió mi cuerpo y mi alma,  nos miramos a los ojos y vi sus pupilas como no las había visto nunca antes, inyectadas en sangre, toda su musculatura temblaba y su mandíbula permanecía cerrada, supe al instante que estaba haciendo un esfuerzo titánico para no atacarme y no entendí el motivo de su comportamiento.
Se dio la vuelta y justo antes de marcharse me dijo: Aunque no esté contigo, siempre estaré a tu lado. Después desapareció.
Tras el primer impacto merodeé sola mucho tiempo, lo busqué por aquéllos lugares que solíamos frecuentar, recorrí bosques y ríos, pero no lo encontré.
Lloré su ausencia largamente, lo maldije en numerosas ocasiones, incomprendida y sola como me sentía.
Y rehice mi vida, continué caminando, conocí a otros y seguí respirando no sé si por voluntad o por inercia.
Y un día, cuando ya casi no podía recordar el pelaje del lobo aquel al que tanto quise y que tanto me enseñó, me acerqué al río. Y esta vez no bebí con los ojos cerrados como hacía siempre, los abrí y al ver mi reflejo en el agua me asusté muchísimo. Me costó un rato reconocerme en la imagen que me devolvían las aguas. Yo no era una loba como siempre había creído, era una corza. Y en ese instante las lágrimas acudieron a mis ojos y comprendí.
El lobo me quiso.  Y yo que me sentí rechazada y repudiada entendí todo en un segundo.
Mi lobo nunca tuvo intención de hacerme daño y antes de despedazarme, luchó contra su instinto durante años para, cuando ya no tuvo fuerzas, desaparecer antes de tener que matarme.
Mi lobo me amó tanto, como nadie me había amado en mi vida.

domingo, 26 de febrero de 2012

El señor "ese"


Alguien cercano me dijo una vez que tengo suerte de encontrarme a los seres que ponen en mi camino. “Tienes unas experiencias extraordinarias que no les vienen dadas a todos los seres humanos, aprovéchalas y aprende de ellas todo lo que puedas, eres una persona afortunada”.....
Y se me quedó enquistada en el alma esa frase que vuelve a mi cabeza cada vez que me sucede algo que considero ,cuanto menos, inusual.....
Lo veo una vez al año por motivos profesionales y hoy ha tocado. Me asquea mirarle a la cara, tengo el defecto de ver en el abismo de sus ojos los rostros de todos aquéllos que lleva colgando de su alma. Una mezcla de odio, nerviosismo y vergüenza ajena se adueña de mis arterias cada vez que lo tengo delante. Al principio le hablaba con más miedo que respeto. Me imponía su estatura, su violencia verbal y la ira que anida en lo más profundo del azul de sus ojos marchitos.  Pero los años de conocimiento han dado paso al valor y al desprecio.....
-Buenos días Belén, vengo arrastrándome por las escaleras, estoy malo, me han dado tres infartos.....
-¡Usted es malo que no es lo mismo Sr. S! ¿Verdad? –respondo con desdén-.....
-Ay que ver como me tratas mujer! Mírame, estoy viejo, cansado, soy un señor mayor y ya casi no puedo valerme sólo.....
Se hace un silencio, mis ojos de animal triste chocan con el filo del hielo de los suyos. Y ninguno de los dos baja la mirada, ninguno cede en una batalla tan abstracta como antigua.....
-       Vengo a que me hagas este trámite…-coloca los documentos sobre la mesa—....
Los reviso, a pesar de que sé vienen en perfecto orden y le doy el precio.....
-Eres una ladrona Belén. –Y se ríe en abierta provocación-.....
-Usted es más que eso, reside en mi país pero dice no ser residente y no paga impuestos. ¿Quién es más ladrón de los dos?....
-Tienes cojones niña, nadie me habla como tu lo haces.....
Y siento que el viejo sabe, es que me siento acojonada y armada con un par de cojones a partes iguales.....
-¿Bueno entonces lo hacemos o no? – le interrogo impaciente-.....
-Si, si, siempre me haces los papeles y no sé porque vuelvo con lo mal que me hablas, hay cientos de personas que hacen lo mismo. –Su voz suena metálica, por fría y por dura-.....
-Si, es verdad, pero usted sabe que ya no le queda mucho y viene aquí a que yo le redima a pesar de que sabe que ya no tiene redención. –Me levanto a fotocopiar una documentación-.....
-Llevas las mismas botas que yo llevaba en la guerra.....
-Pero seguro que hubiéramos actuado de forma muy distinta Sr. S.....
-Si yo tuviera cuarenta años menos te convencería de que no soy tan perro como tu piensas.....
Y me vuelvo incrédula…¿Me está cortejando?....
-Si usted tuviera cuarenta años menos seria igual que ahora pero más despreciable, más animal y más cruel, no estaría doblegado por los años. –Y se me seca la garganta como el esparto, me arañan las palabras que acabo de pronunciar-.....
-Si yo fuera más joven querida Belén seguramente te hubiera dado dos tiros, que ese carácter de mierda que tienes, no se puede enderezar.....
-No es la primera vez que me amenaza y no tengo ninguna duda de que lo llevaría a cabo, pero para su desgracia hoy no va a ser. Sr. S la dignidad no se doblega, eso debería haberlo aprendido usted a estas alturas. Puedo ver en sus arrugas el fondo de su alma, aunque no le guste.....
El viejo se calla, paga, se levanta y va hacia la puerta. Se vuelve y me mira con odio infinito.....
-Eres una mujer valiente pero vehemente, me retas porque te sabes segura…...
Y se va. Y me pregunto si le retaría en su terreno. Y no tardo mucho en contestarme, si, soy vehemente y seguro que yo hubiera formado parte de esos cientos de seres a los que sesgó.  ....
Busco compasión en mi interior, pero para él no la hallo. La guardo para quien la pide y la merece y el Sr. S, ni lo uno ni lo otro.....
Al guardar los documentos me encuentro un billete de cien euros de más. Su “propina”, no sé bien pagando qué. Y como otros años la cambio en la Notaría de arriba en billetes de 20  y dedico la tarde a repartir el dinero. (Ahora me resulta tremendamente fácil encontrar destinatarios en cada esquina, por desgracia).....
Ninguno de mis compañeros quiere tratar con ese monstruo y yo lo desafío cada año. Quizás esté loca, pero esta locura es lo que me mantiene cuerda para poder seguir serena detrás de la mesa y no saltar sobre él a sacarle los ojos. ....

Y el viejo, por desgracia, volverá el año que viene, a buscar a quien tiene los arrestos de decirle el desprecio que siente por un capitán cabrón de las SS…

Nota: Reescribo esto porque hace dos años que no viene y ahora en el 2012 tengo la certeza de que ya no volverá. Y aún así, el frío de sus ojos cargados de sangre y muerte sigue clavado en los míos, como si volviera a entrar en cualquier momento.

viernes, 16 de diciembre de 2011

La mujer que se defendia

Cuando pasa sé que la inmensa mayoría se queda absorto en su cráneo rapado, o en el collar de pinchos que luce pegado al cuello y también en la mirada que de tanto en tanto parece perdida en el horizonte, buscando no se sabe qué, no se sabe donde. Pero yo que siempre he sido una “encontradora de almas”, que las más de las veces sin buscarlas me las he ido tropezando a lo largo de la vida, cuando la miro, todo lo que veo es su esencia.
Es una mujer joven, guapa y dueña de unos ojos que destilan un leve hilillo de tristeza. Su imagen es su coraza, se defiende del mundo ante un posible ataque, aún antes de que éste se  produzca. La agresividad que emana del personaje que se ha creado tiene que deberse a la fuerza al miedo a padecer. Intuyo que ha sufrido mucho, que aún a ratos se relame heridas de esas que nadie ve, pero cuyas cicatrices duran toda una vida, para recordarle a uno de donde viene, aunque las muy perras se nieguen a indicar el camino hacia el que se va.
Le hablo siempre con una suerte de ternura que me nace de lo más profundo porque me identifico mucho con ella, aunque por otras razones y seguro que distintas circunstancias.
La imagino cuando está sola, sentada frente al espejo, maquinilla en mano, rasurándose el cráneo mientras se acaricia la cabeza desprovista de cabello.  Haciendo de ese momento banal todo un ritual, una especie de conmemoración, convirtiendo un simple acto en el homenaje más bonito del mundo a alguien importante que se marchó, quizás, demasiado pronto. Se siente sola pero no lo está, la persona a la que dedica cada uno de sus movimientos cuando se rapa, está detrás de ella, mirándola con una sonrisa en los labios. Sabedora de que sigue morando en cada uno de los pensamientos que se le dedican. Pero ella no puede verla, ocupada como está en verter lágrimas que humedecen  la ausencia. Y yo, por suerte o por desgracia soy capaz de vislumbrar el tesoro que guarda el alma de la mujer que se defiende antes de ser atacada y no puedo menos que alegrarme de conocerla.
De entre todas las personas que conozco, la escogería sin duda a ella para vagar por un lugar oscuro. Que no todo el mundo tiene tanta luz para alumbrar el camino, aunque se empeñen en ocultarlo.



jueves, 24 de noviembre de 2011

No tocaba.

Podría haber sido ayer, miércoles 23 de Noviembre, pero no tocaba aún.
Hace una tarde bonita, son las seis y el sol se ha ido a dormir hace unos minutos. En el horizonte queda un reflejo anaranjado que recuerda que el astro acaba de retirarse y aún dibuja el horizonte con la estela de lo que queda de su luz. No hay mucho tráfico pero es lento, ya que los coches se agolpan en un solo carril a causa de los trabajos que están realizando operarios del ayuntamiento en el alumbrado de navidad.
Voy bien, tengo todo el tiempo del mundo. Cruzo mi ciudad por la avenida principal en contadas ocasiones, de modo que no me molesta tardar más de lo que sería habitual y no me agobian los atascos, será que los sufro poco.
En la radio suena una canción que me levanta el ánimo y me hacen sentir bien, fuerte, segura, llena de vida….”hoy voy a ser la mujer que me dé la gana de ser”, dice. Conduzco mecánicamente, como por inercia, de la misma manera en que lo hacemos el noventa por ciento de los usuarios de automóviles, habituados como estamos a la monotonía de un acto que se ha convertido, aunque no debiera, en reflejo. Casi he llegado a mi destino, estoy parada en un cruce, se abre el semáforo para darme prioridad en una intersección, levanto el  pie izquierdo del embrague y de la misma manera piso el acelerador con el derecho. Mi vehiculo inicia la marcha, en milésimas de segundo miro a mi izquierda, veo por el rabillo del ojo un coche rojo que viene a toda velocidad, no tiene intención de parar, el mío frena en seco. Me quedo en mitad de la carretera sin capacidad de reacción. El infractor ha desaparecido, por el retrovisor echo un vistazo a los que me siguen, están parados, estupefactos. ¿Qué ha pasado, como he frenado tan rápido, qué clase de reflejos he tenido? Sonrío y pienso que alguien vela por mí en alguna parte. Podría haber sido pero no ha sucedido. Hoy es un gran día, “hoy voy a ser la mujer que me de la gana de se”. Hoy la de la guadaña  ha pasado de largo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Artesanos


Un amigo de la infancia me enseñó a pisar fuerte en los momentos duros, mientras corríamos por las playas a ritmo de Heavy Metal.  Su padre me mostró el maravilloso mundo del arte de la conversación. Una actriz me cogió de la mano y me llevó a conocer la lealtad incondicional por los amigos. Una amiga con demasiada prisa por marcharse me quitó el miedo a la muerte de un zarpazo, que la muerte no es mala, lo malo es morirse. Una mujer no me dejó llegar nunca a ella, escogió ser una isla y conocí la soledad más grande, la interior. Un hombre de barbas de nata hizo que mi aniversario del año dos mil ocho sea uno de los recuerdos más bonitos que poseo. Una mariposa me abandonó por una luz más brillante que la mía, pero para eso es una mariposa. Un inglés me educó en la emoción y me enseñó a no sentir vergüenza cuando ésta se derrama.  Un niño de dieciséis años me indico el camino a la serenidad. Un analfabeto emocional me despreció y me ayudó a experimentar la lástima. Una luciérnaga me indicó el camino del afecto cotidiano con su lucecilla, aunque ella se perdía con asiduidad. Otro niño más pequeño que el anterior reiteraba que hay que pensar antes de hablar.  Una ciber-compañera se tomó la molestia de venir a conocerme y plantó el arból de la amistad. Un fotógrafo de cosas que casi nadie ve, me presento un mar distinto, vestido de faralaes y adornado con volantes de sal. Una galesa pelirroja anegó de agradecimiento todo mi ser cuando se acordó de hacerme una llamada para despedirse  para siempre. Otro fotógrafo, éste de Estelas de Jazz, me pidió que escribiera  mi primer libro. Alguien de genio huracanado me lo dejó en herencia para que pudiera desahogarme vehementemente. J, cuyo don es convertir en arte todo lo que toca, me abrió una ventana para ver de cerca como funciona la genialidad. Una doña me enseñó a marcharme cuando algo no fluye con naturalidad para evitar alimentar el desamor. Un escalador me demostró que por mas montañas que se interpongan, hay amistades que no entienden de obstáculos. Una señora hizo de guía turística y ninguna de las dos nos movimos del sofá. Un actor me dejo entrar en su casa y me alentó cuando yo había perdido la fe en mi. Una chica con un caparazón ancestral como el de la tortuga de Darwin me ayudó a aprender a convivir con mis miedos. Un marino me marcó el rumbo a la humildad para poder pedir perdón con naturalidad. Una que me juzgo y me condenó sin darme opción a explicarme me mostró que la libertad es dejar que los demás se equivoquen solos, sin juzgarlos. Una profesora de ojillos vivaces y pañuelos de seda anudados al cuello me enseñó que  los libros son alimento para el alma. Una chica a la que solo conocía de vista me regaló  en un día negro y abisal, el abrazo más cálido que me han dado nunca.  Una irlandesa me dejó una lección inolvidable, “nosotros guiamos nuestro destino, salvo excepciones insalvables”.  Una niña alemana me enseñó a escribir mi nombre en otro idioma y me abrió la puerta a otras lenguas. Un paseo por una ciudad extraña me mostró que la predisposición del ser humano a ayudar a otro que vaga perdido, prevalece sobre la indiferencia. Una amiga de la infancia me hizo tomarme en serio los espejos. Un amigo de cuyo apellido juego a no acordarme, me ofreció un guiño cómplice cuando nadie parecía entenderme. Una viuda me adoptó sin condiciones cuando estuve sola en el extranjero. La sonrisa franca de una desconocida en un momento de dificultad encendió una esperanza hace ya años que aún hoy no me ha abandonado. Un padre al que no conocía me hizo llorar por su dignidad y resignación en la despedida de su hijo.Un editor que perdió su tiempo en leerme y corregirme me dijo que uno hace por otro y luego llega un tercero y hace por uno, y así es exactamente como funciona.  Una madre de siete hijos, me permitió robarle el tiempo del que no disponía y tomarla de confidente. K, que me dijo que mis palabras la habían acompañado en muchos momentos y entendí que su calidez me nutre. Un músico puso banda sonora a mi vida y aún resuenan sus notas en mis oídos.
Gano mucho más de lo que doy y guardo mucho más de lo que pierdo. He aprendido que cuando uno dice “no puedo más” todavía puede continuar mucho tiempo. A todos los artesanos de emociones que he mencionado y sobre todo a los que he olvidado Gracias!