sábado, 19 de noviembre de 2011

Artesanos


Un amigo de la infancia me enseñó a pisar fuerte en los momentos duros, mientras corríamos por las playas a ritmo de Heavy Metal.  Su padre me mostró el maravilloso mundo del arte de la conversación. Una actriz me cogió de la mano y me llevó a conocer la lealtad incondicional por los amigos. Una amiga con demasiada prisa por marcharse me quitó el miedo a la muerte de un zarpazo, que la muerte no es mala, lo malo es morirse. Una mujer no me dejó llegar nunca a ella, escogió ser una isla y conocí la soledad más grande, la interior. Un hombre de barbas de nata hizo que mi aniversario del año dos mil ocho sea uno de los recuerdos más bonitos que poseo. Una mariposa me abandonó por una luz más brillante que la mía, pero para eso es una mariposa. Un inglés me educó en la emoción y me enseñó a no sentir vergüenza cuando ésta se derrama.  Un niño de dieciséis años me indico el camino a la serenidad. Un analfabeto emocional me despreció y me ayudó a experimentar la lástima. Una luciérnaga me indicó el camino del afecto cotidiano con su lucecilla, aunque ella se perdía con asiduidad. Otro niño más pequeño que el anterior reiteraba que hay que pensar antes de hablar.  Una ciber-compañera se tomó la molestia de venir a conocerme y plantó el arból de la amistad. Un fotógrafo de cosas que casi nadie ve, me presento un mar distinto, vestido de faralaes y adornado con volantes de sal. Una galesa pelirroja anegó de agradecimiento todo mi ser cuando se acordó de hacerme una llamada para despedirse  para siempre. Otro fotógrafo, éste de Estelas de Jazz, me pidió que escribiera  mi primer libro. Alguien de genio huracanado me lo dejó en herencia para que pudiera desahogarme vehementemente. J, cuyo don es convertir en arte todo lo que toca, me abrió una ventana para ver de cerca como funciona la genialidad. Una doña me enseñó a marcharme cuando algo no fluye con naturalidad para evitar alimentar el desamor. Un escalador me demostró que por mas montañas que se interpongan, hay amistades que no entienden de obstáculos. Una señora hizo de guía turística y ninguna de las dos nos movimos del sofá. Un actor me dejo entrar en su casa y me alentó cuando yo había perdido la fe en mi. Una chica con un caparazón ancestral como el de la tortuga de Darwin me ayudó a aprender a convivir con mis miedos. Un marino me marcó el rumbo a la humildad para poder pedir perdón con naturalidad. Una que me juzgo y me condenó sin darme opción a explicarme me mostró que la libertad es dejar que los demás se equivoquen solos, sin juzgarlos. Una profesora de ojillos vivaces y pañuelos de seda anudados al cuello me enseñó que  los libros son alimento para el alma. Una chica a la que solo conocía de vista me regaló  en un día negro y abisal, el abrazo más cálido que me han dado nunca.  Una irlandesa me dejó una lección inolvidable, “nosotros guiamos nuestro destino, salvo excepciones insalvables”.  Una niña alemana me enseñó a escribir mi nombre en otro idioma y me abrió la puerta a otras lenguas. Un paseo por una ciudad extraña me mostró que la predisposición del ser humano a ayudar a otro que vaga perdido, prevalece sobre la indiferencia. Una amiga de la infancia me hizo tomarme en serio los espejos. Un amigo de cuyo apellido juego a no acordarme, me ofreció un guiño cómplice cuando nadie parecía entenderme. Una viuda me adoptó sin condiciones cuando estuve sola en el extranjero. La sonrisa franca de una desconocida en un momento de dificultad encendió una esperanza hace ya años que aún hoy no me ha abandonado. Un padre al que no conocía me hizo llorar por su dignidad y resignación en la despedida de su hijo.Un editor que perdió su tiempo en leerme y corregirme me dijo que uno hace por otro y luego llega un tercero y hace por uno, y así es exactamente como funciona.  Una madre de siete hijos, me permitió robarle el tiempo del que no disponía y tomarla de confidente. K, que me dijo que mis palabras la habían acompañado en muchos momentos y entendí que su calidez me nutre. Un músico puso banda sonora a mi vida y aún resuenan sus notas en mis oídos.
Gano mucho más de lo que doy y guardo mucho más de lo que pierdo. He aprendido que cuando uno dice “no puedo más” todavía puede continuar mucho tiempo. A todos los artesanos de emociones que he mencionado y sobre todo a los que he olvidado Gracias!



4 comentarios:

  1. ...fantástico, Belén. ¡cuántos tesoros anidan en tu corazón; cuánta ventura atesorarlos y cuanta generosidad compartirlos!
    GRACIAS A TI SIEMPRE

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  2. Cuán felíz de que seas una de esas gemas que guardo con tanto celo!

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  3. Belén, qué maravillosamente bien escribes, qué sensibilidad se desprende siempre de tus textos, precioso, emocionante. Gracias!

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  4. La suma de las fortuna, una vida de tesoro. Enhorabuena.

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