sábado, 18 de junio de 2011

La madre


Es noche oscura, negra, dura, ni la luna ha querido salir a su amparo. Corre con los pies desnudos, ya no le lastiman, siquiera siente el escozor de las heridas abiertas en las plantas. Sabe que sangra porque los nota calientes, el viscoso líquido va dejando una estela, como un macabro pulgarcito.
Las balas silban en sus oídos, no ve, no importa, su sentido de supervivencia la hace seguir adelante, sin aliento. Sabe que no debe parar. Si la reseca muerte la encuentra sin haber luchado  lo suficiente por poner a salvo a su hijo vagará por toda la eternidad en el jardín de las almas en pena.
Lleva al niño en sus brazos, lo aprieta contra su pecho. Vienen soldados, se para en una esquina y le pide al Todopoderoso que el niño no llore, si la descubren están muertos los dos.
Pasa una ráfaga por su mente. Se ve a ella misma, pariendo hace apenas un mes al que ahora lucha por poner a salvo a costa de su propia vida. Este dolor es más intenso que aquél, el dolor del miedo que se clava en las venas y golpea en las sienes.
Pasan los militares y ella vuelve sobre sus pasos, da igual la dirección que tome. Hay que correr lo más lejos posible de los tanques.
Despavorida, a duras penas, mantiene aliento en el cuerpo. Sólo el calor que el niño le da a su pecho la hace continuar.
Se mete bajo un coche. Allí podrá amamantarlo hasta que llegue la luz del día y la bendiga con los rayos solares. Entonces le será más fácil encontrar algún refugio. Mejor que te maten con claridad y ver la cara del que lo hace a morir como una rata, en cualquier callejón.
Los soldados no son más que niños envenenados, sedientos de venganza en un conflicto que existe desde hace mucho tiempo, antes de que sus padres se conocieran si quiera. Un conflicto como todos los conflictos, fruto del deseo de poseer lo que no se posee.
Las horas no pasan, el ruido de bombas, de disparos y de proyectiles  al estallar contra fachadas no cesa. El día no quiere hacer acto de presencia, quizás también tenga  miedo de la barbarie. Poco a poco, en segundos que parecen horas, la luz va apareciendo tímidamente. Todo está tranquilo, no hay nadie, sale de su cobijo y corre como alma que lleva el diablo. Sabe que si no lo hace el Diablo vendrá de veras, literalmente a arrancársela con sus propias manos.
Cruza el muro a través de un agujero abierto por los impactos. Está al otro lado pero siente que es igual de peligroso. Es un corzo herido en mitad de una cacería de leones. Que la despedacen es sólo cuestión de tiempo.
Pasa por una calle de edificios que parecen abandonados, de repente se abre una puerta, el rostro de una mujer tan asustada como ella se cobija en la sombra del marco. Le hace una seña con la mano. Ella se acerca, no puede pensar con claridad, si se detiene sabe que caerá desplomada en cualquier momento. El miedo es un sentimiento que se te mete en las entrañas y al que no hay forma de echar, pero más miedo tiene a lo que hay fuera.
Temerosa pero sin perder tiempo entra en la casa. Cuando la puerta se cierra las dos mujeres se quedan cara a cara, invadidas por un extraño silencio que fuera no existe.
La palestina le pregunta a la israelí: -¿Quién eres?
- Otra madre…-contesta la mujer-.

7 comentarios:

  1. Hermoso Belén.
    Leí algunos de tus textos que acompañan el album de Juan-Carlos y me parece que tu sensibilidad y dominio del lenguaje es maravilloso.

    La literartura, puede ser un signo perplejo de unidad generosa: como el de estas dos Madres,en situación límite.

    Gracias Belén.

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  2. Conmovedor, impresionante, real, sensible y el desenlace me parece precioso Belén, nadie como las madres sabemos lo que se siente en situaciones desesperadas, y en una guerra ya debe ser algo infinitamente bestial y crudo.
    Tus palabras son, como siempre, una delicia para el lector.
    Un beso y encantada de leerte de nuevo.

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  3. Gracias Belén, por volver a compartir historias tan hermosas y llenas de sentimiento, tan veraces, como la cruda realidad, pero descritas por tu pluma con tanta sencillez y belleza. Bien hallada, y continua escribiendo y deleitándonos. Un besazo

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  5. ...cuando la sinrazón nos persigue, el pánico nos inunda. Qué bellos los brazos desconocidos que en esos momentos te acogen.!!

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  6. Me has emocionado mucho, hermosísimo texto, cuánto transmites con pocas palabras!!

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  7. Vaya, qué descubrimiento. Me ha gustado mucho el texto, con la intensidad que requiere la situación. Enhorabuena.
    Desde ahora, estamos conectados :)

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